"Lo que todos deseamos verdaderamente es ser más humanos y sensibles ante los padecimientos de nuestros hermanos en los demás países, eso solidaridad y humanidad, ante todo recordar que sólo somos humanos y de verdad amarnos" Anónimo
Por: David A. Gómez Ferreira
Sin duda alguna, Colombia, un país dentro de los denominados del tercer mundo, ha sufrido mucho con los efectos que ha generado el fenómeno de la globalización; los cuales, se hacen más visibles y con mayores trascendencias en las zonas marginadas, por su ubicación geográfica, condición socioeconómica y contexto.
No obstante, desde una perspectiva económica, Colombia se ha vinculado al proceso del mundo global, favoreciendo a unos y afectando a otros; pretendiendo crear una integración de las diversas economías en un único mercado mundial, entre los cuales podemos destacar, el tránsito libre del conocimiento y de los productos. Este aspecto, que influye tanto lo económico como lo social, ha mostrado las dos caras de la moneda. Los pobres son los que sufren por la falta de oportunidades laborales y la poca asistencia en la capacitación de la manufactura, teniendo en cuenta la alta competencia y a las exigencias actuales de la sociedad misma, las cuales están generando carencia de políticas públicas hacia la salud, la pobreza y el hambre.
En cambio, los ricos son los que acceden fácilmente a las condiciones y al proceso de centralización, ya que a través de un “régimen de verdad” son los que encabezan las acciones desde las esferas política, cultural, social y económica, creando desigualdad e inequidad en la población colombiana. De esta manera, fundamentado en lo que afirma José Amar Amar, en el libro “ Globalización, política públicas y atención a la infancia” que “en la actualidad esta nueva utopía sólo es relativamente verdadera para algunas naciones altamente industrializadas; para el resto del mundo esta nueva civilización le significa más pobreza, menos empleo y una ampliación de la brecha entre pobres y ricos”.
Por otro lado, las anomalías de un país en vía de industrialización, repercuten en el bienestar social de una sociedad con necesidades básicas, que merecen mayor atención y protección social de parte del estado, como lo es la pobreza extrema. La globalización en las dos últimas décadas ha sufrido cambios que denotan la creciente desigualdad en lo laboral, en las perspectivas de género y en los procesos de formación del recurso humano. La gente empieza a ver que existe la necesidad de capacitarse por la competitividad y la dificultad de acceder a los grandes avances de la industrialización; y así proyectarse para obtener una mejor calidad de vida, sin exclusión ni desigualdades. Esto crea una apatía y una aprensión a los procesos de la globalización en los países menos desarrollados.
En este sentido, Amartya Senn en el Capítulo 1 del texto ¿Cómo juzgar la globalización? Indica que “no es suficiente comprender que los pobres del mundo necesitan la globalización tanto como los ricos; también es importante cerciorarse de que en realidad obtenga lo que necesitan”. Por consiguiente podemos agregar que esta situación de atención a los menos favorecidos en Colombia desafortunadamente no se evidencia con cifras ni hechos, al contrario se disponen y se utilizan los recursos a nombre de ellos, pero no exactamente para su bienestar social.
Otro factor importante que debemos destacar es la seguridad democrática en Colombia, que ha venido generando políticas públicas en contra de la violencia, narcotráfico y grupos al margen de la ley, los cuales han sido los causantes de la crisis en la cual vive hoy el país, germinado desde la décadas de los ochenta respectivamente. Los colombianos no viven la actualidad una convivencia pacífica equitativa por el contrario cada vez mas incrementa el número de homicidios, desplazamientos forzados, desapariciones y violación de la ley. Estos sucesos se enmarcan en la historia de nuestro país, los cuales han visto representados en los indicadores de la política de seguridad relacionada con la guerra contra narcotráfico y el secuestro. Lo más lamentable es que el gobierno le invierte más dinero a la guerra, mientras que niños, mujeres, hombres y ancianos mueren de hambre y por falta de atención hospitalaria.
La seguridad democrática del país va en declive, ya se han registrado más acciones delictivas por parte de los grupos ilegales en lo que va corrido del año, en comparación con el anterior, el 35% más; reporte registrado por el Observatorio del Conflicto Armado de la Corporación Arco Iris. Es irónico que el gobierno colombiano invierta mucho dinero en la seguridad de los colombianos pero sigan dando con mayor número los homicidios y los secuestros, y cada día aumentan más. El texto, Diez propuestas para el debate presidencial reafirma que “La superación del conflicto y construcción de paz exigen una mejor comprensión del conflicto y la dinámicas multicausales de la violencia común”. Es decir, crear estrategias para la superación de los conflictos pero sin ir en detrimento de el bienestar de la población víctimas de este flagelo.
En conclusión, a Colombia le esperan muchas transformaciones sociales, políticas, culturales y por supuesto económicas las cuales estarán contextualizadas y serán positivas siempre y cuando los gobernantes adopten una nueva concepción sobre las necesidades reales de los colombianos. Erradicar el conflicto armado no es el paso esencial para la construcción de paz, se necesita disposición y acciones claras para negociar o crear acuerdos con los grupos ilegales para que Colombia sea un país más pacífico y disminuyan las cifras tan alarmantes de los actos delictivos por dichos grupos. Así mismo, velar por el bienestar y la protección social de todos los habitantes de un país tímido al proceso de industrialización.
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