martes, 30 de junio de 2015

Español coloquial en el contexto académico



 Por: David A. Gómez Ferreira
El uso del español coloquial es el empleo del lenguaje en un contexto familiar e informal con vocablos caracterizados por su uso común, frecuente y directo que se aleja en cierta medida de la norma culta; es decir, es una situación determinada que es sentida por los hablantes como una manera informal de comunicación.

Con frecuencia se utilizan registros poco elaborados que nos permiten explicar otros rasgos semánticos no conocidos, sin evitar introducir las particularidades fónicas del español coloquial como son la velocidad de emisión, la intensidad, las pausas, los alargamientos y la variación en la entonación que, junto con el contexto comunicativo, nos ayudan a captar el sentido de las palabras. (Porroche, 1997: 657). Por lo cual se refiere a una lengua viva convencional, por cuantos sus medios expresivos no constan sólo de elementos sintácticos-estilísticos y de elementos lexicológicos, sino de introducir un medio dinámico de entonación, gestos y habla.

Por tal razón lo coloquial se caracteriza según Briz (1996), por no ser un dominio de una clase social, ya que las relaciones de todos los hablantes de una lengua no siempre es uniforme ni homogéneo, pues hay características dialectales y sociolectales de los usuarios que influyen en el lenguaje, es un sistema de expresión basado en la continuación del modo pragmático (forma natural del aprendizaje), puede ser oral o manifestarse en un texto escrito y aparecer en varios tipos de discurso y la conversación es el modo más auténtico. Los distintos usos que le damos al idioma originan los diferentes registros o niveles del habla, dependiendo de la formación sociocultural y de los hábitos lingüísticos puesto que es un modo de expresión que depende del contexto.

El lenguaje coloquial se diferencia del estándar por una fraseología formulística, propia de la función fática del lenguaje, en la que abundan los modismos, refranes, saludos, felicitaciones, expresiones eufemísticas y de autoafirmación, así como los registros o estilos que un hablante pueda manejar; lo que hace que no sea reconocida como un modelo de lengua correcta. “El español coloquial es la modalidad más común y de más intenso uso, por lo que nos podría servir mejor que otras modalidades para comprender los mecanismos de la comunicación lingüística y las relaciones entre lenguaje e interacción social”. (Narbona, 1992). 

Sin embargo, la dicotomía hablado/escrito no puede aplicarse a lo coloquial, pues no todo lo que hablamos tiene que ser coloquial y lo coloquial puede estar en ambas formas o canales. Briz (1996), dice que se puede deducir que la conversación es el tipo de discurso más auténtico en que se manifiesta el registro coloquial, aunque también se puede realizar en un ámbito más formal.

No obstante, el estudio del español oral es considerado la forma más natural y espontánea de usar el lenguaje, es uno de los objetivos prioritarios de la investigación lingüística hispánica porque “(…) no solo se trata de describir y explicar las particularidades idiomáticas del español coloquial, sino contemplarlas desde una perspectiva que abarque todas las variedades de nuestra lengua; es decir, ampliar y superar los modelos estructurales, funcionales o formales, puesto que solo así es posible descubrir la lengua en funcionamiento y en interacción, así como la fuerte unión entre lo verbalizado y los procesos contextualizadores”. (Narbona, 1997).

De alguna manera si se considera que existe un conjunto de reglas que rigen el uso lingüístico de manera correcta, cuyo objetivo es el de proponer una unicidad funcional del sistema elegido como ejemplar se puede llegar a enseñar la lengua real en uso tanto para su proyección social como su enseñanza; tratando de mostrar distintos mecanismos de construcción, ya que pueden usarse en situaciones de comunicación diferentes. 

Podemos encontrar rasgos coloquiales no solo en la conversación cotidiana, texto prototípicamente coloquial, sino en cartas familiares, emails entre amigos, conversaciones por chat, artículos periodísticos, tertulias y debates radiofónicos o televisivos, publicidad, etc. es decir, tanto en texto orales como escritos. Frente a esta concepción prescriptiva, existe otra descriptiva que acepta el dinamismo y la evolución de la lengua debido a cuestiones sociolingüísticas, psicolingüísticas y socioculturales. Por tanto, debe entenderse como lo normal, lo común, en el sentido lingüístico, y, debido a la riquísima variación idiomática, es necesario hablar que cada variante del español tiene su propia norma y entender la lengua como plurinormativa además de plurisistemática es fundamental para la enseñanza del idioma.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Briz, Gómez. Antonio (2001). El español coloquial en la conversación. Barcelona, España. Editorial Ariel.

Narbona, García. Juan (1997). El lenguaje del niño: desarrollo normal, evaluación y trastornos. Claude Chevrie-Muller. Masson, ISBN 84-458-0485-5.

Porroche, Margarita (1993). «La variedad coloquial como objeto de estudio en las clases de español lengua extranjera», Actas del primer congreso nacional de ASELE. El español como lengua extranjera: aspectos generales, Granada: Universidad de Granada.

sábado, 27 de junio de 2015

¿Me “regalas” un minuto, por favor?



Por: David A. Gómez Ferreira

Parece ser que hoy estamos en la era de mendicidad, o mejor, queremos que todo nos lo regalen. Bueno, eso es una cuestión de analizar el discurso de la gente, verificar si esa es la intensión o es simple costumbre. Aludo a esa increíble forma de pedirles las cosas a los demás utilizando incorrectamente en término “regalar”.

Interesado en el tema, cierto día, llegué a una tienda ubicada en un barrio popular de la ciudad, tratando de observar y escuchar como los clientes le pedían al tendero sus productos. El resultado fue sorprendente. De los diez que logré presenciar, nueve usaron el término “regalar”, como por  ejemplo: “Me regala media librita de azúcar”, “me regala una gaseosa”, “me regala una bolsa de leche”, entre otras.

Para mencionar otro caso concreto, los famosos lugares de venta de minutos callejeros, los llamados "SAI's" (Sitios de Atención Inmediata), ubicados en las esquina de los barrios populosos; en el que toda persona que acude a recibir de este servicio, lo pide utilizando el verbo, regalar. ¿Me "regalas" un minuto, por favor? Tan frecuente es el uso de este verbo, que ya ha pasado las barreras de la objetividad de la comunicación, por ejemplo: se pide el celular o el whatsApp, un objeto o una identificación númerica virtual de alguien que no es el objetivo de la solicitud, por tal razón deben contextualizarse y entenderse que es una expresión de una comunidad de habla que posee los mismos códigos linguísticos. 


Muchos cometen este error pensando en que es una formalidad del lenguaje o es más glamuroso o cortés. Están equivocados. La palabra regalar, según la RAE, es dar a alguien, sin recibir nada a cambio, algo en muestra de afecto o consideración o por otro motivo, por tanto, en el caso presentado el tendero no está regalando nada porque él recibe el dinero del cliente y lo mismo pasa con el que vende los minutos en el SAI.

Errores como éste son “el pan de cada día”, se ha convertido en un virus en el acto de habla que enferma a los demás y produce un detrimento a nuestro lenguaje, evidenciándose la falta de propiedad en el uso de términos en situaciones y momentos concretos. 
Es por eso, que la tarea aunque pueda parecer una utopía, es hablar correctamente, usar las palabras correctas, en las oraciones y en los contextos correctos; y si usted es uno de los que pide que todo se lo regalen, entienda que no puede obligar a alguien que lo haga.




Para l@s estimad@s amig@s



Por: David A. Gómez Ferreira 

Desde hace unos años escribir mal es la moda de muchos,  aquellos que sin miedo a equivocarse utilizan símbolos lingüísticos sin importarles las normas gramaticales, sólo por el hecho de sentirse inmerso y aceptado en una comunidad de “neoparlantes” que inaceptablemente y gracias a la influencia de los medios virtuales, siguen generando deterioro a nuestro lenguaje escrito. Tal es el caso del uso de la arroba (@). 

Este símbolo que incorrectamente es usado como recurso gráfico para aludir a los dos géneros en un sólo término, o sea, formar una palabra en masculino y femenino con el único sentido de evitar, según quienes la utilizan, repeticiones y economía en las palabras, que la verdad me parece una posición absurda y prescriptiva.  Esto es lo que Susane Romaine, denomina “code switching”,  la mezclan códigos verbales y no verbales, ajustada a la forma de como hoy día hacen uso del lenguaje, convirtiéndolo en un avatar lingüístico; que aunque es un recurso del lenguaje virtual no pierde el sentido que es la comunicación. Por ejemplo: niñ@s, tod@s. 

Curiosamente, un estudiante me dijo en clase: - Profe, es que de esta manera, incluimos a los dos géneros y explicitamos al comunicarnos que estamos pluralizando -. Fue una opinión acertada y válida de mi estudiante. Pero, luego de esta intervención me surgió una pregunta ¿Quién dijo que es “exclusión” si nos referimos en un sólo género si pretendemos pluralizar? Estas son  perspectivas ilógicas que confunden y hacen que el lenguaje no sea entendido como una norma, regida su utilización según la RAE y con la obligación de empezar a usarlo como debe ser.
Para Florence Thomas, que defiende la postura políticamente correcta de la inclusión femenina en el lenguaje, en uno de sus animosos libros aparecen frases como las siguientes, que bien Héctor Abad Faciolince recrea como un gran ejemplo de lenguaje sexista: describe una pareja (hombre y mujer) en la Universidad, y dice: “ambos estaban en silencio”. Ambos: ella y él. Nadie podría pensar que la está excluyendo a ella; son dos, y son ambos. Afirma que Florence a veces escribe, de un modo innecesario y pensado cosas como “todas y todos callamos”; pero cuando se deja llevar por su propia historia, dura y dramática, el superyó feminista deja de mandar en ella y se permite escribir con libertad, se atiene a la forma que hace que nos entendamos rápido y sin complicaciones, “Dar a la luz hijos huérfanos de padres simbólicos”, dice, por ejemplo. Y su pensamiento está bien expresado, pues se entiende que en “hijos” están incluidos los hijos o las hijas, y en “padres” el padre y la madre.

            Ahora bien,  tanto ha sido la aceptación que no sólo los niños, las niñas y los adolescentes sino también los adultos, se han dejado someter en este mundo de expresión escrita carente de normativa gramatical y ortográfica,  porque aunque tienen pleno conocimiento que es un error, incurren en ellos; lo que deja notar la poca preocupación de salvaguardar nuestra lengua escrita.
No cabe duda que el que inventó esta forma de pluralizar con la arroba (@) fue muy creativo, pero no pensó en las garrafales consecuencias que traería  para el lenguaje y más para la escritura de los infantes quienes son los más afectados por esta “magnifica invención”. Por lo anterior, los invito a leer el título de este artículo lo cual les demostrará que es una sandez cultural y lingüística. Por eso, según el Diccionario Panhispánico de Dudas, es incorrecto usar la arroba para referirse a los dos sexos. ¡Dejemos tanta pretensión y empleemos nuestro lenguaje como debe ser!